La buena gestión de las cuencas hidrográficas y de las nacientes es esencial para el abastecimiento de agua. En Latinoamérica, a pesar de su gran riqueza hidrológica, el abastecimiento de agua en cantidad y calidad adecuadas no siempre está garantizado. En muchos países, la calidad parece una batalla perdida. Se da por hecho que ríos y arroyos están contaminados prácticamente desde su origen. Según el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) de Guatemala, más del 90% de las fuentes de agua tienen contaminación bacteriológica y residuos fecales que provocan enfermedades diarreicas. Cerca de la mitad de la población guatemalteca no tiene servicio de agua en su vivienda; de la otra mitad, más del 60% no aplica ningún tratamiento al agua para beber. Y aunque el agua esté entubada, no siempre es potable. De los 18.800 sistemas de suministro de agua muestreados por el Programa de Vigilancia del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social en 2008 de Guatemala, más del 50% no contenía niveles adecuados de cloro, y más de una cuarta parte presentó contaminación bacteriológica. Esta contaminación es la causa principal de mortandad infantil en el mundo. Aunque estas muertes se redujeran en un tercio entre 2005 y 2015, las tasas de mortalidad siguen siendo las más altas en los países más pobres del mundo. La diarrea mata a casi 400.000 niños menores de 5 años cada año en todo el mundo (más de mil diarios). Hay más de 200 millones de casos de diarrea no fatales por año en todo el mundo… las enfermedades diarreicas representan una de cada nueve muertes infantiles en el mundo, además del impacto perjudicial que pueden ejercer en el crecimiento infantil y su desarrollo cognitivo[1].
[1] Hay mayor cantidad de muertes en niñas menores de 5 años (9,02%) que en niños de la misma edad (8,84%). Para los niños con VIH, la diarrea es aún más mortal; la tasa de mortalidad de estos niños es 11 veces más alta que la de niños sin VIH. Además, la carga de la diarrea en adultos mayores de 70 años requiere atención.