Educar es introducir a la realidad total, cuando total significa el desarrollo de todas las estructuras de un individuo hasta su realización integral y al mismo tiempo la afirmación de todas las posibilidades de conexión activa de esas estructuras con la realidad.
La educación hídrica es la capacidad de introducir a un niño, a un joven, a un adulto o a una comunidad a la comprensión del ciclo del agua en su tierra, entendiendo todas las conexiones que el sujeto tiene con el agua.
La educación hídrica no es por lo tanto o al menos en exclusiva una forma de transmitir la necesidad de ahorrar o no contaminar el agua. Es más, es ayudar al educando a comprender el asombroso «milagro del agua», y su relación con él. Es ayudarle a asombrarse al descubrir un río como ecosistema y la cuenca hidrográfica como el lugar de la vida de ese río y, por lo tanto, ayudarle a admirarse por su existencia con sus increíbles detalles, a comprender su responsabilidad por su cuidado, a aprender las técnicas que podrán posibilitar su cuidado integral, un cuidado recíproco entre el río y quien vive o puede vivir de él y aún no lo sabe plenamente.